¿Quién acompaña a nuestros ancianos por las calles?,
mirad sus caras,
escuchad sus voces.
¿Quién limpia nuestras casas?,
mirad sus caras,
escuchad sus voces.
¿Quién retira nuestras basuras en la madrugada?,
¿quién nos sirve las cervezas en el bar?,
¿quién recoge las naranjas que nos comemos?,
mirad sus caras,
escuchad sus voces.
Estos días, ante determinados comentarios respecto a las personas inmigrantes que pueblan nuestras ciudades, me vino a la mente una idea, que resolvería sus temores: echémoslas a todas.
Si así se hiciera, es posible, que, ante las necesidades de mano de obra barata de la hostelería, la agricultura, las tareas domésticas, nos encontráramos con que aquellas personas alarmadas y/o asustadas ante el fenómeno de la inmigración, se les hiciera la luz en la cabeza.
No pienso en ideas como la de un mundo sin fronteras, lo bueno que es para todos el conocimiento de otras culturas, otras vivencias, otras formas de entender la vida, no, pienso en el puro egoísmo.
¿Qué harían cuando necesitaran a alguien para atender a alguno de sus ancianos progenitores?, ¿dejar sus trabajos para atenderlos ellos?, ¿ofrecer sueldos altos, ante la escasa oferta de mano de obra, para conseguir quién lo hiciera?. Me temo que ninguna de estas alternativas sería la elegida, me temo que preferirían que hubiera inmigrantes en nuestro, país aunque sólo por puro egoísmo.
Seguirían criticando y viendo con mala cara a aquellos ciudadanos con piel, idioma o acento diferente al suyo.
En fin así somos, así pensamos, así actuamos.
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